- ¿Con quién hablo? ¿Con Fabián o con Piñón?
- Bueno, la nota es con Piiinón...
Del otro lado del teléfono, la simpática tonada cordobesa, la voz cálida y la disposición a la entrevista conquistaron de entrada. Fabián Gómez es de Deán Funes -y, a esta altura, de los niños argentinos- y su álter ego es Piñón Fijo.
- ¿Cuántos años de traje amarillo y de ‘Chu chu a’?
- Estoy llevando la fiesta de las Bodas de Plata, que fue en noviembre, a todo el país. Veinticinco de Piñón en escena y 50 de Fabián en escena.
- Es evidente que Fabián se lleva muy bien con Piñón porque hay una simbiosis absoluta.
- Tremenda, terrible, intuitiva y autodidacta...
- ¿Es cierto que vas maquillado hasta a las entrevistas radiales o en diarios?
- Sí, en lo posible sí. Me pasa con mi propia actitud: si estoy maquillado y con mi traje florece otra actitud; soy más auténtico, por más que sea radio o prensa escrita.
- En mi imaginación, ahora, estás recién maquillado. ¿Cómo se lleva tu piel con tantas horas de pintura?
- Muy bien, a pesar de las horas enmascarado. Ya desde que trabajaba en la calle usaba pintura. Cuando llegué a Canal 13, las chicas de maquillaje son muy idóneas: me asesoraron y me consiguieron un maquillaje alemán muy bueno. Tanto que una vez, grabando, me animé a hacer una toma subacuática y ni se me corrió.
- Con maquillaje estás siempre igual...
- La piel es la que sufre el paso del tiempo. No voy a andar echándole la culpa al maquillaje. Es más, gracias a la excelente calidad del maquillaje te diría que Piñón está más joven que hace 25 años. Por ahí veo fotos viejas que la gente me manda, y vos ves... ¡aquel payaso parecía Freddy Krueger! Pienso: ¡pobres chicos, les debe haber dado miedo!
- En 25 años, más de un espectador que te vio de chico lleva ahora a sus hijos a tu show. ¿Qué te provoca?
- ¡Mucha emoción! Y también me ayuda a dimensionar de qué se trata todo esto. Por ahí, uno, como en todo oficio, siempre está inmerso en tantas preocupaciones y obligaciones... y por más payaso que seas (todos somos un poco payasos en la sociedad en que vivimos) y va pasando en tiempo... Muchas veces este tipo de señales, como que venga un papá joven con su bebé en brazos y me diga ‘yo fui público tuyo’ y ahora me trae su hijo, es una pequeña bofetada que me da la vida y que muestra de qué se trata esto, profundamente.
-¿Qué ha cambiado en vos desde aquel payaso que empezó trabajando a la gorra en las calles de Deán Funes hasta el Piñón Fijo de la tele y al que llena teatros, en cuanto al espectáculo?
- Creo que lo que he ganado es ni más ni menos que lo que gana cualquier trabajador en su propio oficio. Creo que la vida es un camino de aprendizaje. Todo lo que uno va aprendiendo lo va capitalizando, y eso termina siendo algo precioso. Es el patrimonio que uno va juntando a lo largo de 25 años de pulir y mejorar cosas, eso no te lo quita nadie. Y en cuanto a la esencia, no ha cambiado nada. Es más, creo que se ha potenciado.
- ¿Y en cuanto al pasaje del anonimato a la popularidad masiva, en qué te ha cambiado?
- En nada, porque volviendo al tema de la doble faceta mía, yo como Fabián soy un tipo de perfil muy bajo, y Piñón me protege esa condición. Cuando Piñón se pinta, todo son canciones, música, besos, aplausos y cariño. Cuando se apaga la luz y me saco el maquillaje queda Fabián, el que labura para Piñón todo el tiempo tratando de hacer cosas nuevas para seguir divirtiendo y divirtiéndose, pero en realidad ese concepto no ha incidido mucho en mi vida cotidiana.
- Tu propuesta es compleja: tiene muchas facetas porque sos actor, músico, bailarín, mimo...
- Soy un poco de todo y nada también porque en realidad soy nada acabado de todo eso.
- Parece arduo mantener la propuesta multifacética de tu personaje...
- Me sorprende que hablés de complejidad, y me halaga, pero en realidad lo más complejo para Piñón es mantener la simpleza del mensaje. Para eso me cobijo en mis raíces: en las de mi propia infancia, en las del interior del país, que llevo conmigo, y que lucho por no perder por más pantalla o teatros de Buenos Aires en que pueda salir.
Tengo hasta ese privilegio: yo puedo trabajar en Buenos Aires pero vivo en el interior. No soy el artista que se quedó en Capital y tiene la tonada... Siempre estuve en Córdoba y estoy más tiempo en gira por el interior. A Buenos Aires voy en las vacaciones de julio, pero vivo todo el año en Córdoba.
- ¿Cómo te inspirás para componer las letras de las canciones?
- Con mis propias experiencias y con los testimonios de los papás. Hay temas que tienen perfiles para acompañar los hábitos y la educación de los niños. En ese sentido, estoy atento a las sugerencias de los papás y de los maestros, tipo ‘mi nene no deja el pañal’ o ‘le cuesta cepillarse los dientes’. Eso queda guardadito en un baúl. Cuando me pongo a jugar con la música empiezo a buscar esos temas. Y también hay otra búsqueda, que tiene que ver con lo poético y con el aprendizaje, con enriquecerme a nivel poético y musical, que es un desafío personal. Digo: de mi bagaje de canciones con ese perfil cuál es la que mejor funcionó, y redoblo la apuesta con ello.
- Hablanos del último disco.
- Se llama “La nueva vida” y tiene la particularidad de que no se vende sino que se puede descargar en forma gratuita de mi página en la web. Me ha dado muchísismas satisfacciones porque ahí se puede ver que hay una búsqueda de crecimiento artístico (no sé si me salió, lo evaluará el público). Lo colgamos en noviembre, y ya tiene casi 70.000 descargas a nivel mundial, cosa que no podría haber hecho con un sello discográfico.
- ¿Cómo sigue la carrera de Piñón Fijo?
- Mirando para atrás ha sido tan placentero todo que pasó en estos 25 años que lo único que uno hace es entregarse y tratar de tener las herramientas listas para poder disfrutar de lo que venga, no sólo tele, cine, shows o lo artístico sino sobre todo de las vivencias. Siento como una obligación moral andar con el corazón abierto para recibir más cosas de la vida, que ha sido pura caricia, este cuento de niños que me ha tocado, y no puedo hacer otra cosa que apostar a más en sensaciones y emociones.